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sábado, 14 de abril de 2012

La Dos Derrotas De Ulises

La Dos Derrotas De Ulises



"Si se lo he dado todo". La mujer lloraba mientras de fondo un video mostraba a su hija adolescente insultándola y arrojando platos y cubiertos al suelo.

Desde hace meses está de moda este tipo de "reality" en televisión. Y no es un problema aislado. Cada vez se escucha con más frecuencia el conocido como "Síndrome del Emperador", jóvenes que de pequeños tuvieron cuanto se les antojaba y que de mayores creen que todo les pertenece, llegando a humillar e incluso agredir a sus progenitores cuando incumplen sus exigencias.

"Se lo he dado todo"? precisamente ese puede ser el problema. Los padres tendemos a demostrar nuestro afecto en forma de regalos. Para que nuestros hijos sepan cuanto les queremos, cumplimos todos sus deseos apenas abren la boca. Hay evidencias científicas que demuestran que la paternidad generosa y sin disciplina es un error.

A mediados de los setenta, el psicólogo Walter Mischer investigó los efectos de la resistencia a los impulsos en niños. Empezó con una niña de cuatro años que fue invitada a sentarse sola en una habitación de la guardería. Delante de ella había una bandeja con una golosina. El investigador le dijo que podía comérsela en ese momento, pero si esperaba varios minutos a que regresase, le daría dos. Mischer grabó en video a los seiscientos niños que participaron en el experimento y les hizo un seguimiento varios años después.

Los resultados fueron concluyentes; los que resistieron la tentación de comerse la golosina obtuvieron un mejor expediente académico y eran menos conflictivos; el experimento demostró que la capacidad para resistir a los impulsos en la niñez podría ser un anticipo de lo que conseguirían de mayores.

Más recientemente, Dan Ariely, profesor de psicología y autor de "Las Trampas del Deseo", realizó otro experimento en el que estudió la evolución de mil niños durante cerca de treinta años. El trabajo reveló que aquellos niños que sucumbían a la satisfacción inmediata, cuando llegaban a adultos tenían menos estudios y un inferior estatus social. Además, contraían más enfermedades de transmisión sexual, tenían mayor incidencia de consumo de drogas y mayores tasas de delincuencia.

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